martes, 29 de mayo de 2012

Malvinas: soberanía Latinoamericana


Quizás el colonialismo nos suena un tanto a antaño: pensamos en quién le dio su nominación, Cristóbal Colon, en la conquista de América, y en los grandes colonizadores como Hernán Cortes, Francisco Pizarro o Pedro de Valdivia; pensamos en países de otros continentes que fueron sometidos históricamente por las grandes potencias de turno; pensamos en una opresión que, técnicamente, forma parte del pasado. Junto con el “imperialismo”, el “capitalismo”, o la “revolución”, entre otras palabras fuertes,  entra dentro de una categoría que, para el común de la gente, pareciera tener que ver con una terminología pasada de moda.
De hecho, la “omnipresente y omnipotente” Organización de las Naciones Unidas llevó a cabo hace más de medio siglo la "Declaración sobre la Concesión de Independencia a los Países y Pueblos Coloniales", la cual buscaba poner fin al colonialismo en todos lados donde se estuviese dando, y en todas las formas en las que se estuviese desarrollando.
Si suponemos que la de la ONU es palabra santa, no deberíamos estar hablando hoy día de algo que pareciera ser tan antiguo como el colonialismo. Pero como parece demostrar la historia, lejos queda la teoría de la práctica en lo que respecta a las resoluciones y disposiciones de la ONU y todos sus comités y organismos asociados. El caso de Malvinas resulta ejemplar en este sentido: desde 1966 se viene dando un intercambio público de declaraciones entre la Argentina y el Reino Unido con respecto a la soberanía de las islas, sin resultados concretos hasta la fecha.
Al cumplirse 30 años de la nefasta guerra que tuvo lugar allí, la cuestión de la soberanía de las islas que se sitúan geográficamente a 925 Km. De Comodo Rivadavia, provincia de Chubut, es un tema que hoy día tiene más vigencia que nunca.
Cuando nos liberamos del colonialismo español, las Malvinas no pasaron a ser automáticamente argentinas, sino que se convirtieron en integrantes del Virreinato del Río de la Plata, es decir, parte también de los actuales Uruguay, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Perú. Con esto no quiero decir que las Malvinas no sean argentinas, sino que forman parte de algo más grande.
Como venimos redescubriendo desde hace más de una década, los países sudamericanos no constituimos bloques aislados y autónomos respecto al resto, sino que formamos parte de una comunidad que, después de siglos de opresión y lucha, se presenta como más unida y más fuerte que nunca. Patria Grande, Unidad Latinoamericana, es el nombre que lleva este proceso de progresiva solidaridad y alianza socio-político-económica entre los países de la región.
Las Malvinas son argentinas, y por tanto, son latinoamericanas. Esto no lo decimos “nosotros, los argentinos”, sino que gran parte de los países de la región (englobados principalmente en la Unasur) han demostrado recientemente su incondicional apoyo a la Argentina en su justo reclamo de soberanía.
En este histórico reclamo ya no estamos liderados por un militar incompetente y borracho con aires de mesianismo, sino que contamos con el expreso apoyo de gran parte del continente. Como tantas otras, el caso Malvinas es una cuestión de interés continental, al menos hasta el límite del Río Bravo en Méjico.
Con un primer ministro porfiado y poco predispuesto al diálogo, aunque no tan de hierro como la Dama, Inglaterra hace caso omiso al reclamo. Ante la incesante propuesta de dialogo por parte de la Argentina, liderada en los últimos meses por el canciller Timerman, el gobierno ingles, como ha hecho a lo largo de todas las etapas de la cuestión, se muestra inflexible en su posición anti-negociadora.
El reclamo por la soberanía de las islas data del siglo XIX, de los años posteriores a la ocupación inglesa (1833), y fue dejado en un segundo plano durante varios años debido a las relaciones comerciales entre ambos países (el modelo agro-exportador, la Argentina como el granero del mundo y la mar en coche).
Ahora bien, quien preste un poco, solo un poco, de atención a la historia podrá darse cuenta de que Inglaterra, englobada en el Reino Unido, no se trató ni se trata de un país que se conforma solamente con la posesión de las tierras que constituyen su territorio geográfico. La expansión británica, impulsada por la famosa Revolución Industrial generó que durante todo el siglo XIX y parte del siglo XX, la economía y la cultura anglosajona penetren en los más recónditos lugares del globo. Desde Sudáfrica hasta la India, pasando por Nueva Zelanda y Malasia, Inglaterra se convirtió en la potencia dominante e incuestionable del momento.
Así como sucedió desde el siglo XVII en los actuales Estados Unidos y en la actual Centroamérica, a principios del siglo XIX la potencia británica intentó desembarcar en las costas sudamericanas a través de las llamadas “invasiones inglesas”, las cuales pudieron ser combatidas y derrotadas oportunamente por las fuerzas locales. Las relaciones carnales/comerciales con los gobiernos argentinos comenzaron en la década del veinte gracias a un Rivadavia que, fascinado con el progreso europeo, dio el visto bueno para la entrada del capital inglés a través de un empréstito contraído con la financiera Baring Brothers. Estas relaciones comerciales con la metrópoli anglosajona se mantuvieron firmes durante más de un siglo, por lo que el reclamo de soberanía fue reavivado y oficializado recién después de la segunda guerra mundial.  
Desde entonces las idas y vueltas se volvieron interminables, pero siempre terminando en la nada. El revitalizado reclamo por parte del gobierno argentino en los ultimes meses, no hizo más que dar cuenta de que la postura inglesa se mantiene y piensa seguir manteniéndose rígida y antidialógica. Las declaraciones y el accionar de Cameron reflejan perfectamente ese conservadurismo acérrimo que caracterizó a la Tratcher y a todos sus predecesores.
A pesar de que quieran imponer el miedo con sus grandes barcos y sus tecnológicos armamentos, el reclamo por la soberanía no puede dar marcha atrás. Por más que argumenten que los Kelpers deben elegir quien los gobierne, es imposible pensar en el derecho a la autodeterminación de un pueblo que no solamente fue implantado como consecuencia de una invasión, sino que habita las islas por temporadas, siendo una constante el desplazamiento de individuos desde Inglaterra hasta allí.
No es casualidad que de los 16 territorios declarados como “no autónomos” por la ONU, Inglaterra maneje la administración de 10. Es evidente que pretenden continuar con su política colonialista, y no se ven en el horizonte intenciones de dejar de hacerlo. En cualquier parte de cualquier continente no debe permitirse que se siga dando semejante anacronismo.
Hay vastas tierras que habitar e innumerables recursos por utilizar, pero quien tiene que hacerlo no debe ser una potencia que busca adueñarse, saquearla y explotarla en beneficio propio.
Las Malvinas son genuinamente parte de la Republica Argentina, y como tal, parte de nosotros. Por esta razón, no debemos bajar los brazos en esta lucha contra los vestigios colonialistas. Esta lucha nació de nosotros, los argentinos, pero debe ser dada por todos nosotros, los latinoamericanos.



Publicado en Inconsciente Colectivo Nº 1, Mayo 2012.