jueves, 6 de junio de 2013

Los Changarines de la información

Son muchos los periodistas que sufren actualmente una precarización laboral que no tiene tanto que ver con la existencia de un vacío legal sino con la falta de una actividad gremial organizada para hacerle frente a las patronales. Son dos las posturas encontradas en este sentido: quienes sostienen que el sindicato defiende efectivamente los derechos de los trabajadores y quienes afirman que la verdadera actividad gremial nace de las asambleas de base. A pesar de que en 2012 hubo una reactivación en el sector con la reapertura de las paritarias – cuyas resoluciones algunos diarios no cumplieron – y con la formación de comisiones internas de delegados dentro de algunos medios, las redacciones son cada vez más chicas y los trabajadores ven vulnerados sus derechos bajo la legalidad aparente que encubre la figura del “Colaborador permanente”, una formula muchas veces falaz que oculta una realidad laboral difícil para los trabajadores de prensa.
La situación de muchos periodistas y aspirantes a ejercer la profesión atraviesa una etapa complicada. De un tiempo a esta parte se ha extendido el uso y abuso de la figura del “colaborador” en los medios de comunicación, eufemismo que con frecuencia oculta una realidad en la que muchos periodistas se ven forzados a deambular de un medio a otro para poder llegar a fin de mes.
Hacía falta un título, una denominación para estos trabajadores tan habituados a catalogar y titular. Fue el Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP) el que en junio de 2012 publicó la encuesta “Las cifras de la precarización”, a partir de la cual se desprendió el término “Changarines de información”, ideado por una revista cultural independiente.
Aquel relevamiento arrojó, entre otros, los siguientes datos: tres de cada cuatro colaboradores tienen otro trabajo remunerado, tres de cada cuatro facturan como monotributistas, el 12% tiene recibo de sueldo y el 11% no tiene ningún comprobante de pago. Al 41% dejan de aceptarle sumarios o le avisan que no proponga notas hasta el año siguiente cuando se acercan a la colaboración anual número 24, porque el pasar ese número, según el Estatuto, implicaría un blanqueo de la actividad. El 12% firmo alguna vez notas con seudónimo o tuvo que presentar facturas de otras personas a pedido de la empresa. El 50% de las colaboraciones se pagan entre 200 y 400 pesos. Casi la mitad cobra sus notas entre 30 y 60 días después de la publicación. En el 80% de los casos, el monto de la retribución lo fija la empresa, sólo en el 12% negocia el pago.
De acuerdo con el Artículo 23 inciso e) del Estatuto Profesional del Periodista se entiende por colaborador permanente aquel que “escribe notas, retratos, paralelos, narraciones, descripciones, ensayos, cuentos, bibliografías y otros escritos de carácter literario o científico o especializados de cualquier otra materia en un número no menor de veinticuatro anuales y que por la índole de los mismos no corresponde a las tareas habituales a los órganos periodísticos”.
Para Lidia Fagale, secretaria general de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba), la existente de este tipo de periodistas responde a razones históricas. “Una franja cada vez más amplia, conformada por trabajadores precarizados, creció de la mano de las medidas neoliberales de los '90. La figura del colaborador pasó a ser el modo de 'contrato' preferido por las empresas, que desplazaron a los trabajadores de las redacciones y les transfirieron la responsabilidad impositiva”.
Si bien el Estatuto fue sancionado en 1946, no parece ser anacrónico y perjudicial para los trabajadores. Todo lo contrario. Así lo señala el presidente del Foro de Periodismo Argentino (Fopea), Fabio Ladetto: “Varias veces hubo avances y presiones para actualizarlo, pero casi siempre vinculadas con empresas que buscaban un recorte de las normas más favorables a los trabajadores”.
Fagale apunta en el mismo sentido: “Nosotros contamos con leyes claras, protectivas de los derechos de los trabajadores de prensa y además leyes más generales que también nos protegen y que marcan derechos y obligaciones”.
Pareciera, entonces, que la cuestión no pasa por la existencia de un vacio legal, sino más bien por un mecanismo de “legalidad aparente” que no tiene que ver con lo legislado. En todo caso, una modificación del Estatuto requeriría de garantías laborales que, ni por asomo, los medios les ofrecen a los periodistas.
Para algunos, entonces, el conflicto pasa por la medicación entre los trabajadores y las patronales. No la ley, sino quienes deben abogar por que se cumpla.
Para Ladetto “muchos sindicalistas se profesionalizaron en la labor gremial y se alejaron de las redacciones y de la práctica activa del periodismo. Su profesión es ser gremialistas, no trabajadores de prensa, lo que los aísla y les quita relación con las bases que deben representar”.
Diego Martínez, delegado paritario de Página 12 e integrante del CTP, opina que “la Uptba no se lo plantea (la precarización) como un problema. No tienen vínculo ni con los colaboradores ni con las bases”.
Contra esto, la misma Fagale sostiene que “la lucha de los colaboradores en general se vio protegida porque la Utpba los incorpora como trabajadores de prensa, como periodistas, siendo hasta hace muy poco, la única organización gremial profesional que los reconoce en su condición de periodistas”.
Las movilizaciones y campañas en apoyo a los periodistas que ven vulnerados sus derechos suelen nacer,  en gran parte, de las asambleas gremiales en los medios, más que del propio sindicato. “Si la Uptba se caracteriza por algo, es por su ausencia. El proceso de paritaria se inició no por pedidos de ellos sino por asambleas de bases, de delegados de los diarios, donde la Uptba no tiene la más mínima representatividad”, denuncia Martínez.
Fagale, por su parte, defiende la labor del sindicato e invita a no descomplejizar la cuestión. “La solución no pasa por esquemas facilistas, ni simples que suelen ignorar factores importantes de la economía cuando hablamos del mundo laboral”, y agrega: “El problema es político-económico, dado que el escenario donde trabajamos ha pasado a ser un área estratégica en la economía nacional e internacional y que su dinámica es parte sustancial del sistema económico mundial”.
En 2012 no solo se reabrieron las paritarias para el sector gráfico sino que también hubo otros avances en las actividades gremiales como sucedió en noviembre, cuando se logró conformar una comisión interna en Clarín o en diciembre cuando la comisión interna de trabajadores de la Revista Veintitrés informó que habían logrado la firma de un convenio de regularización para los colaboradores de la redacción
Con respecto a las mencionadas negociaciones colectivas, Fagale señala que “tanto los medios del grupo Zpolsky, como del grupo Vila-Manzano o el grupo Clarín, expresan serias resistencias a la aplicación de los acuerdos”. “Y en lo que respecta a los colaboradores ni hablar. En un 90 por ciento los colaboradores no han recibido, por empleo, el aumento acordado en las paritarias del 2012”, agrega.
De acuerdo con el Observatorio de Medios, político-Social, Cultural de la Utpba, el 93 por ciento de los trabajadores no recibió el aumento salarial proporcional acordado en las paritarias del año pasado.
“Lo que se pide desde los delegados es una campaña mucho mas fuerte contra la precarización en los medios”, apunta Diego Martínez quien afirma que el problema no es el Estatuto, sino que muchas de las disposiciones contempladas en el mismo “no se cumplen”.
Para Ladetto, las soluciones vienen de la mano de “una mayor capacitación de los propios periodistas (un profesional calificado se defenderá mejor); control estatal; abrir canales de diálogo sincero con las patronales; modificación de leyes de precarización laboral del menemismo (pasantías, por ejemplo) y tomar conciencia de que un salario digno y un descanso adecuado son partes fundamentales de la calidad periodística que se le brinda a la sociedad.”
“Organización y lucha, es la única respuesta. De eso se trata. Ni nada más ni nada menos. La organización está donde los trabajadores estén dispuestos a dar esta batalla”. El consejo de Fagale, simple y complejo, pareciera ser la llave para dar un paso adelante en esta batalla.
Los conflictos que atraviesan los trabajadores de los medios se vuelven cada vez más evidentes y una correcta organización y representación ante las autoridades y las patronales se vuelve cada vez más necesaria. Por ello mismo, no son pocas las organizaciones y los periodistas que, cada vez más, dan cuenta de que la profesión, a pesar de estar rodeado por un halo de romanticismo, es también un trabajo y un modo de poder subsistir para seguir realizando una tarea más que responsable para el funcionamiento de las sociedades.

viernes, 17 de mayo de 2013

Por los que quedan


Se fue quien, hasta donde sé, es el hombre más odiado de esta era en esta parte del mapa.
El “hijo de puta”, el “genocida”, el “dictador”, en fin, se fue la cara visible y más recordada de los años más oscuros de la historia argentina reciente.
Toda vez que hablo sobre aquella época – y acá me pongo bien personal – me siento desprovisto de autoridad. Todo lo que sé de la dictadura lo sé por los libros, los relatos, las anécdotas. Digamos, por lo que me contaron. Eso me hace sentir hasta hipócrita y un tanto ignorante.
En base a lo que me contaron, mucho o poco, más o menos riguroso, puedo afirmar que se fue uno de los personajes más nefastos que ha pisado este suelo.
Honestamente, tengo un problema para tildar a alguien de “malo”. Después de mucho haberlo analizado, supongo que es así porque nadie me ha defraudado realmente y porque me descubro bastante cristiano en ese sentido.
Digo, encuentro en mí esos valores que abogan por amar al prójimo, perdonar, sentir empatía y la mar en coche (aclaro, de todos modos, que dudo que sean cristianos. Seguramente sean más antiguos, pero en estos términos es más fácil entendernos).
Entonces, ¿Cómo pensar a este personaje? ¿Desde dónde? ¿En base a qué? 
Hay algo bastante concreto: Mucho gente la pasó mal. Y hay algo trágicamente más concreto: Miles de ellos hoy no están entre nosotros.
Y ni siquiera sé sí los mataron – lo cual es monstruoso en sí mismo – sino que quedó ese siniestro y amargo dejo de incertidumbre que descansa en la figura de los “desaparecidos”.
No están. Y los que vivieron para contarlo narraron historias que, ampliamente, superan a la mejor película de terror hollywoodense.
Me pone mal. Ese dejo de empatía que vive en mí piensa en esas almas que andan vagando quién sabe por dónde. Pero esto me excede ampliamente. Puedo sentir algo pero, al fin de cuentas, no interesa demasiado. Siento, sin embargo, que lo me sucede a mi le pasa a un buen número de contemporáneos. 
La traducción de todo esto suele utilizar los adjetivos que escribí en el segundo párrafo. 
Al menos yo, quiero entender que toda esta cuestión supera a la figura de Videla. Intento analizarlo como algo más conceptual: Videla y sus secuaces como expresión de un modo de ver el mundo. Incomprensible, irracional, siniestro, pero un modo de entender las cosas.
¿Eliminar la amenaza marxista? ¿Mantener un modelo económico? Tenga el fundamento que tenga (sobre lo cual hay mucho escrito), Videla, así como Roca, Sarmiento, Hitler, Bush o cualquier otro “hijo de puta” que se nos venga a la cabeza tuvieron, en su momento, una forma bastante concreta de ver el mundo.
Esos anteojos no me calzan y entiendo que, afortunadamente, esa no es ni fue la visión del “pueblo” o de las “mayorías”. El problema surge cuando esas minorías logran, de diferentes modos, imponer esa visión de las cosas y actuar en consecuencia.
No Videla, sino lo que representa. Al fin de cuentas, su existencia física era un detalle, ¿O acaso los treinta mil que no están no representan tanto más que muchos de los que todavía respiran?
Me propongo, entonces, no opinar sobre su accionar sino ser consciente de que existió y existen personas con esa forma de ver las cosas. Ser consciente de las cosas es el primer paso para enfrentarlas (o aceptarlas).
No me preocupo por los que se van sino por los que quedan.
Creo que la noticia de hoy no sirve para otra cosa que para recordar que, aunque nos pese, sigue habiendo algún que otro “hijo de puta” dando vueltas.

Y todo esto, con el debido perdón de las “putas”, que mucho más dignas son de lo que la sociedad les quiere hacer creer.

lunes, 15 de abril de 2013

Las excusas se reciclan


1914: El archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del imperio Austro-Húngaro, es asesinado junto a su esposa por un joven estudiante nacionalista serbio. Un mes después, el imperio Austro-Húngaro le declara la guerra a Serbia dando inicio a la primera guerra mundial.
1939: La Alemania nazi, liderada por Adolf Hitler, invade Polonia ante la negativa del gobierno de este país a restituirle una ciudad al gobierno germano. Dos días después, Francia y Reino Unido le declararon la guerra inaugurando la segunda guerra mundial.
2001: Cuatros aviones ingresan al territorio estadounidense; dos de ellos se estrellan contra las Torres Gemelas, uno contra el Pentágono y otro cae en campo abierto. El presidente George W. Bush emprende la guerra con el Terrorismo y las tropas norteamericanas invaden Afganistán en octubre del mismo año e Irak dos años después.
2013: Dos bombas explotan durante una masiva maratón en Boston. Se registran muertos y decenas de heridos de gravedad. El gobierno de Barack Obama señala que se trata de un atentado.

Entonces surge el interrogante: ¿Se tratará de los viejos conocidos árabes, liderados por el atómico iraní Ahmadineyad o del nuevo régimen norcoreano que amenaza con lanzar sus misiles y todo su poderío militar contra occidente? ¿O será el fantasma de Chávez, en pleno auge por la elección como presidente de su sucesor, Nicolás Maduro?

¿Hacia a donde apuntará el devastador dedo de los vecinos del norte? ¿Qué tecla presionarán?

Nada que las próximas horas o los meses venideros no nos puedan responder.

Esperemos que la historia se desmienta a sí misma de una vez y deje de ser cíclica.

sábado, 6 de abril de 2013

Otra gota, otro vaso rebalsado


Una lluvia, una fuerte lluvia, azotó esta semana Buenos Aires. Las zonas más afectadas – al menos según lo que los medios nos dejan saber – fueron la capital geográfica y la capital económica del país. Macri, Scioli y Cristina y todos aquellos que juegan al quemado con la culpa.
La capital, ese terreno en continua disputa política, sufrió una vez las consecuencias de una mala gestión y de peleas de poder que terminan consiguiendo que las cosas no se hagan o se hagan a medias. Al igual que durante los últimos meses del año pasado, vimos una exagerada cantidad de agua acumulada, sobre todo en barrios como Belgrano o Saavedra. Fueron ocho los muertos y prolongados los cortes de luz, muchos los cuales aún persisten.
“La Venecia de las diagonales”, como lo título de manera muy desafortunada Pagina 12, fue y es un caos. Miles de evacuados, personas que no aparecen, cortes de todos los servicios básicos y lo que más resuena: al menos 51 muertos y contando. Hemos visto en videos y fotos, imágenes sumamente tristes, testimonios desgarradores de las víctimas y un desfile de políticos tan inédito como la cantidad de mililitros de agua que cayó sobre la ciudad.
Como pasó con Cromañón y con Once (por recordar solamente estas dos tragedias), se vuelven a hacer evidentes las falencias inherentes a un sistema que privilegia las medidas útiles para ganar simpatías en desmedro de la concreción de obras y políticas que ataquen la raíz de los problemas estructurales que arrastramos desde hace años.
Por supuesto que la historia es causal y que lo que hoy está como está se debe a que ayer alguien hizo algo para que así fuera. Por supuesto que las soluciones de fondo toman longitudes temporales que a veces pueden llegar a ser décadas. Pero esto no quita que, desde hace un buen tiempo, las principales figuras políticas del país se vienen pasando la pelota continuamente y terminan construyendo grandes castillos de humo en lugar de asomar las narices para intentar empezar a resolver ciertas cuestiones. Sin entrar en ese blanco o negro tan espantoso que se nos viene presentando desde hace unos cuantos años, cuando pasan estas cosas es irrefutable que algo no se hizo o que algo se hizo mal.
Todo esto no quiere decir que le esté echando la culpa al gobierno, o a los gobiernos. Pensar y/o creer que un gobierno es responsable de todo lo bueno y todo malo que pasa es caer en la más absoluta y detestable pasividad. Así como también caer en los extremos obnubila la visión de cualquiera que crea en exceso en la santidad de algunas personas.
Esto es concreto, es tangible. Más allá de lo que digan con respecto a que tal obra que no se pudo hacer porque tal persona no facilitó el dinero o con respecto a la falta de astucia del otro para manejar ciertos problemas, lo concreto es que hay más de 50 personas que se fueron para siempre y hay otras miles a las que la vida les dio un cachetazo que no esperaban ni merecían.
No es tiempo de llorar, ni de hacer propaganda con el dolor ajeno. Es tiempo de trabajar, dejar de lado las nimiedades y buscar soluciones a problemas que gritan de dolor. Las diferencias tanto en lo ideológico como en lo pragmático pueden tener todo el lugar que deseen ya que de eso se trata la sobrevaluada democracia. Pero hay problemas simplemente complejos que tienen soluciones complejamente simples. No hay ninguna cuenta que hacer, ni leer ningún libro de algún ideólogo, politólogo o economista.
Hace más de 10 años se nos fueron 194 pibes por negligencia en los controles de los boliches. Hace poco más de un año se nos fueron 51 personas por negligencia en el funcionamiento del sistema ferroviario. Hoy se nos siguen yendo almas porque nos venimos a enterar que de repente nadie sabe hacer bien las cosas, o no quiere hacer las cosas, o no puede hacer las cosas. No las hacen y la gente deja de creer en algo cuando no les da resultado; y más cuando es contraproducente.
Esta división entre “La capitana Cristina” y sus fieles y los “detractores sin propuestas” y sus seguidores de redes sociales tiene que tomarse, al menos, un recreo. Todos tenemos que tomarnos un minuto para pensar en algo que va mucho más allá de las divisiones partidarias.
Tomémonos un minuto y preguntémonos: si es que estamos haciendo algo más que quejarnos ¿Estaremos haciendo las cosas bien?

jueves, 21 de marzo de 2013

El Tío Sam y el Nabka


En 1948, miles de árabes debieron marcharse obligatoriamente de sus tierras originarias como consecuencia de la guerra árabe-israelí. La antigua Palestina había quedado desmembrada y la flamante nación israelí había conseguido su ansiada independencia. Aquél recordado éxodo dejó sin hogar a cerca de 700 mil pobladores originarios. Nabka, que en árabe significa “catástrofe”, es el nombre con el que se recuerda ese suceso que marcó el inicio del actual conflicto palestino-israelí y que produjo una honda herida en la memoria de los palestinos.

En el marco de la gira por los países árabes amigos de los Estados Unidos, el Presidente Barack Obama ratificó el compromiso histórico de su país con el mantenimiento de la paz mundial al advertir que “todas las opciones están sobre la mesa” para impedir que Irán pueda llegar a fabricar una bomba atómica. El peligro principalmente sería para Israel, aliado “eterno” de su país, según el mismo Obama; pero también para el resto de las naciones quienes sufrirían los ataques terroristas de grupos  ligados al régimen iraní como Hezbolá o Hamas.
A pesar de las actuales acusaciones, fueron los Estados Unidos quienes incentivaron el programa nuclear iraní en los 50s, lo reafirmaron en las siguientes décadas e intentaron impedirlo en el 2000 – de acuerdo con una investigación del periodista norteamericano James Risen, nunca confirmada por las autoridades – cuando proveyeron secretamente información errónea al gobierno iraní con el fin de retrasar el programa; el problema fue que los científicos locales detectaron las fallas y el proceso, en vez de demorarse, se aceleró.
Las relaciones entre Irán y los gobiernos occidentales vienen siendo tensas desde hace décadas, en las que se cortaron muchos vínculos comerciales y en las que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) denunció irregularidades y desviaciones de los supuestos objetivos científicos y pacíficos de los laboratorios iraníes. En los últimos años las tensiones se agudizaron cuando la Unión Europea y los Estados Unidos pusieron serias restricciones a las importaciones de petróleo iraní. Por su parte, la nación árabe amenazó con bloquear el Estrecho de Ormuz, lugar por donde pasa el 40% del comercio mundial del crudo.
Mas tensas son las relaciones entre Irán e Israel, cuyas voces principales vienen intercambiando declaraciones que rozan las invitaciones abiertas a una guerra. De hecho, en 2005 el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, afirmó que sería deseable que Israel sea “borrado del mapa” y que este país es el epicentro de una conspiración judía mundial. En febrero del año pasado el ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, aseguró que la opción militar contra Irán “es real y está lista para ser usada”. Mismo durante una conferencia en la ONU, celebrada el pasado septiembre, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, exhortó a las naciones aliadas a trazar una "línea roja" contra la carrera nuclear iraní, lo cual no solo se tradujo en un pedido de sanciones económicas, sino también en una solicitud de apoyo ante una eventual incursión bélica del país hebreo.
Irán mantiene relaciones estables con China, su principal socio comercial, y con países latinoamericanos como Brasil, Argentina y Venezuela. Por su parte, Israel busca el apoyo de la comunidad europea y sabe que cuenta con los Estados Unidos.
La actuación de este último país es siempre un tema principal en cualquier agenda. Las declaraciones de los funcionarios norteamericanos siempre son tratadas como un tema de mayor importancia ya sea porque expresan el pensamiento – o los intereses – de buena parte de fuerzas políticas y económicas, ya sea porque muchos connotan en ello un expreso deseo de intervenir en otros países bajo excusas que distan mucho de las causas reales que persiguen los estadounidenses ¿Acaso no es historia conocida que se busque el consenso contra un enemigo público para después poder atacarlo? Pasó durante la guerra fría cuando, en pos de diezmar al enemigo comunista, lanzaron una desenfrenada carrera armamentista contra la Unión Soviética,  participaron en la guerra de Corea, devastaron Vietnam y coordinaron un macabro plan continental en Sudamérica para que cada gobierno de facto se encargue respectivamente de eliminar a la “amenaza roja”. Es mas reciente la historia del 11 de septiembre de 2001: cuatro aviones penetraron el cielo norteamericano provocando una catástrofe cuya orquestación sigue siendo hoy día motivo, como mínimo, de controversia. La amenaza terrorista había nacido a nivel global y los norteamericanos encontraron fácilmente el apoyo que necesitaban para emprender la llamada “guerra contra el terrorismo”. Invasiones en Afganistán, en Irak, derrocamiento de regimenes – ascenso de políticos adictos, tal sucedió en nuestras tierras – y miles de daños colaterales, es decir, civiles muertos.
¿Pero porque tanto problema sí al fin de cuentas lograron reducir el terrorismo mundial, eliminaron a su máximo referente y siguen teniendo presencia en medio oriente como para controlar posibles ataques de los siempre amenazantes árabes? No solo su accionar ha sido devastador para todo el pueblo árabe – cuya realidad, hay que decirlo, tampoco es la de los campos Eliseos – sino que también sus planteados objetivos huelen a mentira y, mas precisamente, huelen a oro negro. Y es que medio oriente es un oasis de petróleo, ese cáncer tan necesario para todas las economías del mundo ¿Creer en altruismo o creer en interés? No parecería haber una razón real por la que los últimos gobiernos estadounidenses se ponen la paz mundial al hombro y obran por la defensa de todos los países del mundo. Pareciera haber más tangible y más realista: el interés económico del gobierno norteamericano y de sus corporaciones aliadas.
Es curioso escuchar el derrotero de Obama contra la obtención de armas nucleares por parte de Irán ¿No fue su país el que pulverizó hace más de medio siglo a las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki con dos bombas atómicas? ¿Alguien cuestiona la capacidad militar actual de los Estados Unidos? ¿Alguien siquiera se preguntó qué es lo que pueden producir hoy si hace 50 años tenían la capacidad de explotar el mundo entero? ¿Por qué siguen y siguen invirtiendo buena parte del presupuesto es armas? ¿Cuáles son sus objetivos reales? Se escuchan a pocos mandatarios haciendo este tipo de preguntas. Pero sí escuchamos continuamente a los líderes europeos, al premier israelí y a Obama hablando de la inminente amenaza nuclear que asecha al mundo.
Por supuesto que el gobierno de Ahmadineyad, xenófobo, machista y censor de los derechos humanos no es un lujo para la sociedad global. La situación en medio oriente es complicada desde hace siglos ya sea por conflictos religiosos, políticos o económicos. Con respecto a las supuestas armas nucleares iraníes, el gobierno árabe alega que no existen, sino que se está experimentando para alcanzar logros científicos pacíficos, que puedan proveer de mayor energía al país.
Probablemente no sea ni blanco ni negro: las intenciones iraníes quizás no persigan tales inocentes fines, pero de esto a pensar que están ideando un plan nuclear para atacar a los Estados Unidos y a las potencias occidentales, hay un gran abismo. Será fanático, será ortodoxo, ambicioso y un tanto siniestro pero es de esperar que a Ahmadineyad no le falle el sentido común: ¿Qué sentido tiene fabricar una bomba nuclear sabiendo que los Estados Unidos por sí solos han de tener capacidad para destruir todo el mundo árabe en cuestión de minutos?
Hay que estar atentos, eso es indudable. El peligro es muy grande y el enemigo está a la vista de todos. Hace siglos está a la vista de todos y al menos que alguien realmente lo cuestione, va a seguir haciendo lo que se le da la gana y con todas las opciones que tiene sobre la mesa, que como dijo el mismo Barack, son “muy significativas”.
Solo resta rezarle al Dios que más convenza a cada uno para que un nuevo Nabka no esté a la vuelta de la esquina y para que los mal llamados daños colaterales dejen de asechar a las poblaciones inocentes del mundo.

jueves, 14 de marzo de 2013

Sobre Francisco I


Es por todos conocido que desde hace siglos la iglesia católica viene sembrando millones de fieles alrededor del globo sea por convicción o por imposición. Por este motivo, la mayoría de las naciones adoptaron al cristianismo como su religión oficial – en realidad, en todos los casos el culto católico antecedió a la fundación de los estados nacionales modernos, sobre todo en Latinoamérica. La Argentina nació siendo un territorio en el que Jesús tenía tanto o más poder que cualquier gobernante venidero.

La iglesia como institución

Históricamente la iglesia fue catalogada de conservadora o “derechista”. Sin necesidad de recordar los años de la inquisición o de las guerras santas, es vox populi que se trata de una institución muy ortodoxa que, a través del imperio de la palabra del señor, busca adoctrinar a su manera a todos sus fieles. Sin buscar que estos comentarios resulten peyorativos para los creyentes, se trata justamente de creer o no creer. Quienes no estamos de acuerdo con el proceder histórico de la iglesia no buscamos defenestrar a los católicos, quienes genuinamente buscan un refugio en la palabra santa, sino que cuestionamos las verdaderas intenciones de los altos mandos de la institución y de la doctrina – medieval, a nuestro entender – que siguen transmitiendo a toda costa.
La iglesia coqueteó con el poder desde siempre en nuestro país, ya sea durante gobiernos democráticos, ya sea durante los gobiernos de facto. No es de extrañar que durante la última dictadura militar, muchos curas y demás autoridades eclesiásticas hayan sido acusados y/o condenados por haber sido cómplices de tan nefasto proceso. La iglesia busca mantener  el orden existente, divino y natural según dicen. Los militares buscaban lo mismo, así como muchos políticos y ciudadanos que temían una reproducción de las revoluciones comunistas e “izquierdistas” que hubo a lo largo del siglo pasado. No debió ni debe extrañar a nadie la consonancia entre estos actores sociales en tiempos como los vividos en los 70 – y antes también. Claro que siempre hay excepciones, como las del hoy por hoy renombrado y recordado padre Mugica.

El papa argentino

El nuevo papa, el argentino Jorge Bergoglio, bautizado como Francisco I es aclamado, idolatrado, respetado y amado en todo el mundo. En los medios se refleja un típico exitismo por tener un papa de nuestra nacionalidad y también un gran asombro por el “sencillo estilo de vida” que mantenía antes de asumir como sumo pontífice; las crónicas dicen que viajaba en transporte público para ir a las villas, que era austero, que vivía en un departamento sencillo, entre otras adulaciones. Muchos tildan a Bergoglio como un cura villero, siempre preocupado por los desposeídos y por las injusticias sociales. Fue conocido por muchos cuando, en reiteradas oportunidades, se enfrentó con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner al denunciar el actual estado de “desigualdad social”. Pero también conocido fue por levantar las banderas de una suerte de nueva cruzada santa contra los herejes que querían una legislación para que personas del mismo sexo se pudiesen casar o para que las mujeres pudieran decidir sobre su cuerpo y su vida. Tampoco esto ha de extrañar a nadie: antes de ser papa, Bergoglio era la autoridad máxima de la iglesia católica nacional, por lo que no hizo más que defender la ortodoxia que históricamente caracterizó al clero.


Ahora bien, distinto tinte toma la cuestión cuando introducimos el factor “política” en el medio. Y este es el aspecto más controversial del actual papa. Por un lado, acérrimos defensores del “modelo nacional y popular” liderado por la actual presidenta, se oponen fuertemente a la figura de Francisco I. En la mayoría de los casos se lo repudia por haber sido “cómplice de la última dictadura militar”, pero también por haber estado del lado del campo durante los días de la 125, por oponerse a las ya citadas leyes del aborto y del matrimonio igualitario, por ser confesor de varios líderes de la oposición y, por sobre todas las cosas, por manifestar su descontento públicamente contra el accionar del actual gobierno. Si hacemos un poco de memoria, podemos recordar lo que pasó con Perón cuando se puso en contra a la cúpula mayor de la iglesia, la cual se alió con los militares y demás civiles para inaugurar la famosa “revolución liberadora” (o fusiladora, como bien ilustró Walsh en Operación Masacre).
A pesar de que muchos piensen que el catolicismo es algo “pasado de moda” y que no está para nada en consonancia con los tiempos que corren, es cierto que la iglesia, como institución material y hasta simbólica, sigue detentando un importante poder en nuestro país. Los líderes de la oposición bien saben esto, por lo que buscaron siempre en Bergoglio un aliado político en la guerra que hace años vienen intentando tener en contra de los gobiernos kirchneristas. Esto traduce en un: quienes celebraron la designación de Francisco I, no solo fueron los fieles incondicionales, sino también quienes vieron y ven en este hecho una buena carta para jugarle al gobierno nacional. De alguna forma, más de uno va a querer sacar provecho de que una figura tildada de opositora y tan importante como Bergoglio sea el nuevo papa.

Su relación con la dictadura

En 1986 el fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Emilio Mignone publicó en el libro Iglesia y dictadura. El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar que el entonces Superior Provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, Jorge Bergoglio, dejó sin protección al sacerdote Orlando Yorio, quien trabajaba en villas y quien fuera secuestrado durante cinco meses, en los que padeció vejaciones y torturas en la ESMA. Horacio Verbitsky, periodista de reconocida trayectoria y actual editorialista de Página 12, publicó en 2005 un libro llamado El Silencio, en el cual avala con testimonios lo escrito por Mignone veinte años atrás y agrega que Bergoglio fue clave también el secuestro de otro sacerdote llamado Francisco Jalics. En respuesta a estas acusaciones, el actual papa afirmó ante la justicia e inclusive en el libro El jesuita, conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio – escrito por los periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti – que les había advertido a los sacerdotes del peligro que corrían pero que no le hicieron caso y que hizo lo que pudo con la poca “edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba para abogar por las personas secuestradas”. No existe ninguna causa judicial pendiente por este asunto, pero la controversia sigue viva y, hoy día, más vigente que nunca.

Bergoglio probablemente no sea un cura villero, pero tampoco esta probado que realmente haya sido cómplice directo de la dictadura militar del 76. Al parecer de este humilde servidor no es ni un santo ni un genocida, es un miembro más del clero y de la sociedad argentina, con sus intereses, ortodoxias y juegos de poder bien definidos. Que sea un buen o mal papa, es irrelevante mientras la iglesia siga mintiendo sus rígidos e inservibles parámetros de realidad social. Que sea un actor fundamental o no en las próximas elecciones legislativas y que le pueda llegar a “hacer el juego a la derecha” contra el gobierno de Cristina Kirchner, es algo que esta por verse.
Por ahora, todas son puras especulaciones y opiniones bien y malintencionadas.